
Una es como el fulgor del día y la otra, como el misterio de la noche. Una es un destello y la otra, una sombra acogedora. En su relación, Jimena Rico –con doble nacionalidad española y argentina, de 28 años– encarna la clarividencia del presente. Y Shaza Ismail –dubaití, con nacionalidad egipcia, de 21–, la incertidumbre del futuro. Su historia de amor ha dado la vuelta al mundo. Escaparon de la intransigencia y de la justicia de un país, Emiratos Árabes Unidos, donde ser homosexual es un delito grave, penado con cárcel e incluso con la pena capital.
Durante tres días, del 24 al 27 de abril, estuvieron incomunicadas en un centro de detención de Estambul (Turquía), a donde habían llegado huyendo del padre de Shaza. Este, al parecer, las había denunciado en Dubái por su condición sexual. Las jóvenes aseguran que vivieron una pesadilla durante su huida, incluyendo humillaciones por parte de la policía turca.
Ahora, a salvo en España, el cuento de amor sigue. Preparan su boda en Málaga y proyectos para apoyar causas contra la discriminación sexual. Se aman y se nota. Ya no tienen que disimular delante de nadie. Shaza y Jimena hacen gala de su amor con mimos constantes y sobre todo, con miradas cómplices y enamoradas.
Shaza, ¿cómo fue su despertar sexual en un país donde la homosexualidad está en el Código Penal?
En plena pubertad descubrí que yo no sentía lo mismo que mis amigas por los chicos. No me gustaban en absoluto. Me sentía atraída por alguna de mis amigas, era una sensación extraña, porque sin haber hablado nunca de homosexualidad, sabía que eso era algo malo en mi cultura. Me convencí de que era lesbiana cuando, a los 16 años, acompañé a mi hermana a la universidad y me quedé prendada de una de sus compañeras. He tenido cuatro parejas en Dubái antes de conocer a Jimena, y no nos quedó más remedio que camuflar nuestro amor como si fuera una buena amistad. Me quedaba a dormir en sus casas y así no levantábamos sospechas.
Supongo, Jimena, que su caso fue diferente, aquí, en España.
Absolutamente distinto. Me gustaban las chicas y los chicos. A los 15 años estuve con la primera chica. Después, con un chico, casi un año. Pero lo dejé porque comprendí que lo mío eran las mujeres. Entonces se lo conté a mi madre, claramente. Y ella me dijo que no lo importaba, que solo quería que fuera feliz. Tras eso, he tenido novias y hemos ido agarradas de la mano por la calle. Todas han ido a mi casa. Nunca he sentido rechazo.
¿Por qué ese encono de su familia en no aceptar su relación con Jimena?
En Dubái hay familias peores que la mía; me refiero a más conservadoras; también las hay más liberales. La religión marca la ley y la vida de las personas. Cuando mi hermana mayor se enteró de que era lesbiana, porque me pilló con una novia, me amenazó con llevarme a los médicos. Te pueden hormonar sin tu consentimiento. Lo que vi en sus ojos era repugnancia hacia mí. Tuve que negárselo, le negué lo que soy. Recuerdo cuando el presidente Obama aprobó el matrimonio gay: estaba con mis amigos en una cafetería, había una tele, y todo el mundo comentaba lo repugnante que era aquello.
¿En Dubái aún se siguen arreglando los matrimonios de las hijas?
Sí. Mi padre lo intentó tres veces, desde que cumplí los 18 años. Yo me negaba y lloraba desconsoladamente. Mis padres no entendían por qué. Me habían buscado el mejor candidato… Uno de ellos era realmente feo y viejo. Iba a ser el marido de mi hermana mayor, pero ella había empezado a salir con un chico a escondidas de mis padres, y tuvo que confesarlo. Entonces, el candidato me lo adjudicaron a mí.
¿Cómo se libró de aquella joya?
Pataleando y discutiendo mucho con mi padre. Él solo me había permitido estudiar Marketing para conseguir un título. En Emiratos Árabes las mujeres con títulos académicos valen más a la hora de venderlas a un marido.
Tengo entendido que su último pretendiente era piloto.
Sí, cuando tuve mi primera cita con él, una cita impuesta, por supuesto, Jimena estaba conmigo. Me ayudó a ponerme guapa para él. Fue muy duro. Poco después, el piloto quiso repetir. Eso significaba que estaba realmente interesado en mí. Mis padres se alegraron mucho. Era un buen partido. Entonces llamé a Jimena, que estaba en Londres. Le dije: “Ven y sálvame”.
Y la salvó, se salvaron. Jimena, ¿esta historia pudo tener un final desgraciado?
Por supuesto, las cosas se habían podido torcer aún más. Temí por nuestras vidas cuando el policía que nos llevaba al centro de detención en Estambul (Turquía) paró en seco, en medio de la carretera, arrancó unas flores silvestres y me las entregó. Pensé que era para nuestro funeral, que nos iba a matar. Luego he comprendido que era porque se compadecía de nosotras.
El padre de Shaza la acusa de manipular a su hija para que huyera de su lado.
Comprendo que la familia de Shaza lo esté pasando mal, pero no está ayudando su actitud. Shaza es mayor de edad, yo no soy su primera novia. Ella ha decidido irse de Dubái; por algo será. Su padre me dio 1.250 euros para comprar el amor que siento por su hija. ¿Qué clase de persona cree que soy?
Jimena, ¿qué ha aprendido de las peripecias por Oriente Medio?
He conocido a mujeres cuyas historias me han marcado. Están detenidas en el centro de detención de Estambul, donde Shaza y yo permanecimos retenidas tres días. En un momento dado, nos separaron. A Shaza le hicieron creer que yo me había ido. Eso es tortura. Esas mujeres son tratadas como terroristas. Nadie las ayuda. Una de ella viajaba con su bebé a Dinamarca, y al bajar del avión en una escala en Turquía, la detuvieron. Otra, también siria, es una profesora, a la que acusan de pertenecer al ISIS, porque el dueño del colegio era terrorista. ¿No tienen derechos esas mujeres?
La veo muy comprometida.
Lo estoy, lo estamos las dos. Tenemos muchos proyectos para luchar contra la desigualdad que sufren en el mundo las mujeres y el colectivo LGTB. Por ejemplo, estamos ya trabajando en la causa de Maloma Morales, la joven retenida contra su voluntad en los campamentos saharauis de Tinduf. Estamos también trabajando con familiares de un colectivo de personas desaparecidas.
¿Recibieron malos tratos en Turquía?
Jimena: Sí, los policías nos insultaron y nos escupieron. Hacían mofas como que querían sexo. Tuvimos que firmar unos 20 documentos, escritos en turco. Vete a saber lo que firmamos. No nos pusieron traductor.
¿Van a denunciar lo que les pasó?
Sí, no sabemos bajo qué fórmula, pero nuestros abogados están en ello. Además, hay una investigación abierta por la Guardia Civil. Pude hablar con ellos desde el campo de detención. Había podido coger mi móvil a escondidas de la policía turca y lo había guardado. Gracias a eso, pude llamar a mi familia. Tenemos todas la pruebas de que nos detuvieron ilegalmente. No sabemos cuál es la acusación, porque entramos legalmente en el país.
[Jimena Rico enseña los sellos de entrada y salida de Turquía en los pasaportes de ambas]
El padre de Shaza había advertido a las autoridades turcas de que íbamos hacia Estambul y no sé si les dijo que éramos terroristas o lesbianas o las dos cosas. Ha pesado mucho en nuestra detención el hecho de ser mujeres y lesbianas.
Shaza, ¿cuál es su situación en España?
He solicitado asilo político por cuestiones ideológicas. No puedo volver a Emiratos Árabes Unidos porque allí hay una denuncia contra mí por ser lesbiana. Allí no puedo hacer mi vida.
¿Se ve en un futuro reencontrándose con su familia, quizá en un lugar neutral?
Ya no veo a mi familia como mi familia. Están haciendo mucho daño. No puedo pensar en el futuro. De momento, estoy aquí. Quiero aprender español y seguir con mis estudios.
¿Se sienten a salvo de la familia de Shaza?
Jimena: Sí, porque aquí no pueden hacer nada contra nosotras. Pero no nos sentimos totalmente a salvo. Siempre hay fanáticos.
Shaza: Me siento segura. Pero aún tengo pesadillas por la noche. Creo que sigo en Dubái. De todas formas, me siento protegida por Jimena. Menos mal, es la persona más fuerte que conozco. Con ella no tengo miedo al futuro.
Se han convertido en un icono contra la discriminación. ¿Se ven como heroínas?
Jimena: Si hay alguien valiente en esta historia es Shaza. Es un ejemplo para la niñas de su país. Es muy importante lo que ha hecho: se ha rebelado contra una cultura que la oprimía; es una heroína.
Shaza: No me veo como una heroína. Las personas normales podemos cambiar el mundo, cambiar las mentalidades arcaicas.
¿Para cuándo la boda?
Jimena: Pues lo antes posible. Va a ser una boda sencilla y preciosa en Málaga.
Shaza: Mi madre me ha mandado mensajes muy duros respecto de la boda. Me ha dicho que si me caso, ella se suicidará. Me ha pedido que rece mucho. Ellos no lo aceptan. No entienden que es algo justo. Lo que se esperaba de mí era que me casara con quien ellos decidieran y que me pusiera el velo, como lo lleva mi madre y mi hermana mayor, que ya está casada. | Sigue leyendo.